En estos momentos hay más de 140 contratos de servicios en el Ayuntamiento y sería del todo inviable e incluso ilógico pensar que el consistorio pudiera funcionar sin recurrir a la externalización, al igual que cualquier empresa. Ciertamente, hay muchos casos en los que la externalización está justificada, sobre todo cuando la especificidad del servicio requerido hace recomendable contar con una empresa especializada. Ahora bien, esto sucede fundamentalmente con necesidades puntuales que hacen que resulte más conveniente la externalización puesto que formar al personal propio para cubrir una necesidad puntual no resultaría eficiente. También podría convenir excepcionalmente en el caso de la prestación de un servicio estable cuando dicha prestación requiera de un nivel de innovación tecnológica elevado que haga aconsejable contar con una empresa que ya dispone de dicha tecnología. Ahora bien, la inmensa mayoría de los servicios estables que presta el Ayuntamiento no requieren de manera significativa una continua innovación tecnológica y se basan fundamentalmente en la fuerza de trabajo, es decir, son intensivas en mano de obra. Los servicios públicos de mayor magnitud (bus, limpieza viaria y de edificios, recogida de residuos, parques y jardines, etc.) tienen en el coste laboral su principal gasto y el valor añadido que aporta una empresa privada es muy reducido y en muchas ocasiones nulo (de hecho, en la mayoría de los casos no se trata de empresas especializadas en el sector sino de empresas constructoras reconvertidas en empresas de servicios que lo mismo limpian las calles, cuidan los parques o depuran el agua).

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