Estación del Norte de nuevo. Y expectación y trabajo hecho. Aunque no sé si
aprenderemos alguna vez a gestionar bien el tiempo.

Seguramente es un error de percepción o una apuesta ideológica, creer que las cosas
que podemos cambiar son las pequeñas y no las grandes, que son las pequeñas las que
dominamos. Un error. Porque es el orden mayor de las cosas, los sistemas globales,
los valores imperantes o compartidos los que urge cambiar, un orden nuevo visible, un
modelo de ciudad y una forma de construirla tan importante como el resultado final.

Entre las cosas pequeñas está lo que podemos solventar casi de modo improvisado
o en el trascurso de la vida cotidiana, y los llamados accidentes, “las bromas del
destino”, lo inapelable de la vida diaria que no podemos nunca controlar y a los que
hemos de adaptarnos para vivir. Por eso, necesitamos dibujar un orden mayor, ganar y
conquistar Zaragoza aunque suene a términos bélicos, para definir una nueva manera
de relación de construir, de hacer. Reivindicar puede ser cómodo. Construir no, pero
eso es lo apasionante. Queremos un gran cambio no varios cambios pequeños. Otra
cosa es cuando nos comportamos de modo incoherente o contradictorio con lo que
decimos desear construir y ser.

Anoche en la asamblea también pasó eso. Gritos y aspavientos a la vieja manera que
no deberíamos vivir. No muchos, pero sí incómodos. Pero así son las cosas y así somos
las personas. Reflejan miedos, pudores y prejuicios. Superarlos juntas y juntos forma
parte de lo emocionante de este proyecto. Cambiarlo todo, cambiarlo ahora. Cambiar
la ciudad. (Inter)cambiarnos.

Supongo que las primeras armas fueron las manos, las uñas y los dientes. Luego las
piedras y los palos, luego el fuego, luego… Pero las mejores armas son las palabras y
la política. Y las únicas aceptables. Las dichas para construir. También somos lo que
callamos. Y no nos callamos casi nada.

Ayer ya hablamos de fechas para elaborar candidaturas y programas. Y nos
reconocimos provenientes de varias generaciones y de varias culturas tecnológicas y
políticas distintas. Hablamos también de primarias, de modos de elección, de relación
con otras fuerzas políticas y de un acto próximo que nos gustaría que fuera nuestra
gran presentación compartida: esto somos, esto queremos, así lo proponemos, nos
faltas tú.

Nos hicieron fotos para los periódicos y nos contamos para la radio. Nos ven con ojos
de expectación creo, aún si saber cómo ubicarnos. Lo cual es inteligente y bueno
porque no somos nada que hayas visto antes.

Soy un profesor de quince años de edad que ha trabajado de camionero autónomo
hasta que me jubilé ayer, tengo un hijo, una hija, un novio, una novia y un perro y
mañana cumplo 32 años. Es decir. Soy todos y todas. Quien ayer necesitaba más
contacto físico para tomar decisiones y quien ayer disfrutaba con las herramientas
tecnológicas que posibilitan mejorar la democracia y la participación de más personas.

Quien tiene pavor por la rapidez y quien lo tiene por la lentitud. De eso se trataba
también: de cambiar la insoportable levedad del tiempo. Soy todas y todos. Bueno, no.
Soy casi todos y casi todas porque muchos y muchas nos siguen faltando.

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