Algo está cambiando en nuestro mundo global, la verdad es que no sé si es a mejor o a peor; mejor dicho, siendo a mejor puede tener efectos positivos o negativos. En los últimos meses hemos visto como tres decisiones que parecían fáciles, que iban a salir en una dirección, al final han salido de manera inesperada en la contraria. Me refiero al referéndum del Brexit sobre la salida de los británicos de la UE, el referéndum de los acuerdos de paz con las Farc en Colombia o las elecciones estadounidenses con el voto a Donald Trump. Sé que cada decisión tiene sus claves y explicaciones locales, que cada proceso ha sido diferente, pero en los tres encontramos algunas pautas comunes. En los tres casos, nadie pensaba que podía pasar porque el “sentido común” (que no es más que lo que piensa la mayoría de la gente) decía que era imposible, además en los tres casos el aparato mediático, las encuestas, el establishment, incluso los intereses económicos, apoyaban las decisión que no salió, y finalmente, en los tres casos la decisión no tiene sólo un sesgo ideológico. Con esto último quiero decir que, aunque sí que podemos definir cuál era la posición de la izquierda y la derecha en los tres casos, la “no paz”, “Trump” y el “Brexit” también fueron apoyados por clases trabajadoras, por gente que se sentía fuera del sistema y maltratada por este, por personas de ideología no conservadora.

Vaya por delante que no me alegro del resultado (yo hubiera votado no a Trump, al Brexit y sí al referéndum) pero a lo que me refiero es que existe algo positivo en todo esto. Hoy los medios generalistas, los poderes económicos, las élites no controlan el panorama global tan soberanamente y de manera inesperada se encuentra con decisiones que no les gustan. Esto da más posibilidades de juego, hay posibilidades de cambio y este por supuesto puede ser a peor o a mejor, pero esta vez depende más de nosotros. El pensamiento común tiene sus brechas y parece que la mayoría de la gente ya no se siente representada por ese establishment. Esa gente que, de manera silenciosa y sin que nadie se lo espere, es capaz de darle un zasca al sistema y buscar su seguridad en otras opciones. Este es pues el reto: ser capaz de representar este descontento, no desanimarnos si el aparato mediático común no nos reconoce, encarnarnos en la frustración de quién se ve fuera del sistema y darle alternativa. Aprender de estos “fallos del sistema” para poder provocar un cambio profundo, desde lo local hasta lo global.

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