Estos días podéis ver con vuestros propios ojos la confrontación de estos dos modelos, el que hemos acuñado como “urbanismo de las cosas sencillas”, es decir, llevar adelante acciones que hacen la vida más fácil a la gente en su día a día y que alejadas de fastos y honores significa invertir en la mayoría de la ciudad, en las personas; y el “urbanismo de alfombra roja” que es dedicarse a los grandes proyectos, liderados por grandes promotores y a los que hay que solucionarles sus problemas. Un urbanismo este deslumbrado por los focos, los datos de inversión (y sin tener en cuenta los efectos negativos) y grandes operaciones.

Desde Zaragoza en Común optamos por el primero y por hacer cosas como presentar un Plan de Accesibilidad de casi 500 aceras nuevas accesibles de 66 calles (es decir hacerle más fácil la vida a las personas con movilidad reducida, a los niños, ancianos o personas que arrastran carritos de la compra o de bebés). El urbanismo de las cosas sencillas también es invertir 4,5 millones en tres años para que empresas de inserción arreglen nuestras calles, rellenen los alcorques, fijen las baldosas y de paso creen empleo social y del bueno.

En el otro extremo, lo que combatimos, el urbanismo de alfombra roja que hoy se plasma en casos como el de Averly, Lestonnac o Pikolín. Y es que no se trata de evitar las inversiones, sino valorar las que están bien, generan empleo de calidad y refuerzan los servicios públicos y la ciudad, como es el caso del tranvía y evitar aquellas que tienen más efectos negativos (como por ejemplo afectando al pequeño comercio, al patrimonio de la ciudad o a la tranquilidad de un barrio) que positivos. Una buena inversión que favorece la vida de la gente es crear nuevos mercados en los barrios y rehabilitar el Mercado Central. Una buena inversión es reconvertir los antiguos depósitos de Pignatelli en crear un nuevo parque en Pignatelli, dejando que la gente opine. Una buena inversión es desarrollar el Plan Echeandía o adecuar los solares, eso es también urbanismo de las cosas sencillas, un enfoque diferente centrado en la necesidad de las personas.

El problema, no es como dice el PP que la ciudad esté paralizada sino que ha cambiado de rumbo y hacia una dirección que no les gusta nada… pero se tendrán que acostumbrar a que esta vez son los marineros los que gobiernan el barco.

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